martes, 21 de agosto de 2007

Némesis

"Do you know what nemesis means? The righteous infliction of retribution, manifested by an appropriate agent. Personified, in this case, by a horrible cunt: me."

Este texto forma parte del guión de la película "Snatch: Cerdos y diamantes", del director británico Guy Ritchie. La película en sí me parece muy buena en muchos aspectos, pero no es por eso por lo que reproduzco aquí la cita. Sólo me la sé de memoria en inglés, porque así aparece en la banda sonora, pero la traducción aproximada vendría a ser algo así:

"¿Sabes lo que significa némesis? La recta aplicación de castigo, ejercida por un agente apropiado. Personificado en este caso por un cabrón horrible: yo."

La cita me ha venido esta mañana a la cabeza al oir que el señor Nicolás Sarkozy propone coger a los pederastas convictos y someterlos a un procedimiento de castración química. Al margen de la efectividad que pueda tener como medida disuasoria, cosa que me resulta difícil cuantificar, y de su innegable utilidad para prevenir reincidencias, una ley semejante me ha parecido un castigo perfectamente justo, y sólo por eso ya tiene un valor.

Así que al escuchar a un presidente de una nación exponer su intención de instaurar semejante ley, mi primera reacción ha sido aplaudir de manera entusiasta, ya que la pederastia es una de esas cosas que desde mi perspectiva particular sobre el mundo encuentro execrables en grado sumo.

Me explicaré: lo que encuentro terrible de la pederastia no es que haya individuos cuyo deseo sexual se despierte por niños. Eso es una circunstancia que en sí misma no resulta dañina para nadie. Lo que resulta absolutamente detestable es que haya personas dispuestas a llevar a cabo las acciones necesarias para satisfacer ese impulso.

Y opino así porque un niño, para empezar, es completamente ajeno al acto sexual, todavía no comprende lo que es, y además su mente no está preparada para comprenderlo, ya que antes tiene que adquirir una serie de experiencias que le permitan entender de qué va aquello. Por lo tanto, forzar una situación semenjante no sólo es una violación, que es un acto malvado por sí mismo. Ni siquiera es sólo un acto malvado contra un niño, que es en general peor que cualquier otro acto malvado. Sobre todo, un acto de pederastia es terrible porque rompe peligrosamente la cadena de crecimiento y desarrollo natural en la víctima. El pobre niño no entiende de qué va eso que le ha pasado, pero es de esperar que automáticamente asocie sexo con algo malo, y ello deforme peligrosamente su desarrollo hasta la madurez.

Por todo esto, al escuchar la proposición del Sr. Sarkozy, lo primero que me ha venido a la mente es que me parece un justo castigo que se induzca una castración química a los pederastas convictos. Si uno piensa en un pobre niño y un adulto perverso y egoísta que abusa de él para satisfacer sus deseos, lo encuentro perfectamente apropiado.

Sin embargo, tras pasar un rato regodeándome en lo acertado de la medida, no he podido evitar que aflorase mi lado más práctico, y he empezado a preguntarme qué inconvenientes podría plantear su aplicación. Y bueno. La verdad es que, como con casi todas las leyes cuyas consecuencias son irreversibles, existe un riesgo grave de traspasar con ella la fina barrera que separa la preservación de los derechos de la mayoría de la anulación de las libertades individuales.

Veamos: en el caso estereotípico de pederastia, a mí particularmente no me preocupa en absoluto que el pederasta pierda sus derechos. De hecho, para serles sinceros si la víctima fuera mi hijo, sé que no quedaría satisfecho con ningún castigo inferior a la muerte inflingida con mis propias manos. Sin embargo, el problema de la ley aplicada por humanos consiste en que no siempre los casos son tan claros como el estereotípico. ¿Qué se considera pederastia? Según la legislación, hasta los 18 años cualquier persona es menor. ¿Qué pasa si, por ejemplo, el menor en cuestión tiene 17 años y un cuerpo de adulto? ¿Y si además coopera voluntariamente? En ese caso, el adulto que mantiene relaciones sexuales con el menor, aun actuando a sabiendas de esta condición, no merece a mi juicio el mismo grado de castigo que el pederasta "típico". ¿Y si además resulta que el adulto tiene 19 años? ¿O 20? ¿No sería entonces una aberración la medida propuesta por el presidente galo?

Evidentemente, sí. El problema radica en que las leyes deben ser aplicables lo más independientemente posible de criterios subjetivos, y por eso no son buenas a la hora de considerar situaciones particulares. Pero como todo en la vida, en este tema no todo son blancos y negros, sino que hay una gama completa de grises por en medio, y no se puede castrar a nadie "sólo un poquito". Y de la misma manera que no querría que nadie violase a mi hija de 10 años, tampoco querría que el estado pudiera privar a mi hijo de 19 años de tener una vida plena por haberse acostado con su novia de 16 ó 17.

Por eso, después de pensármelo mucho, he decidido que no apoyaría la medida en las urnas. Porque creo, quiero tener fe, en que existen formas de solucionar este tipo de problemas sin caer en medidas que pueden convertir al estado en verdugo de inocentes con tanta facilidad.

lunes, 20 de agosto de 2007

Beauty is in the eye of the beholder

... que viene a significar que la belleza está en el ojo del observador. Es una frase que siempre me ha parecido mucho más elegante que decir que la vida es del color del cristal con el que se mira, pero quiere decir algo parecido.

Parecido, pero no igual, al menos para mí. ¿Qué quiere decir, pues? El mundo es hoy en día un lugar curioso, donde los seres humanos nos peleamos o nos aliamos como, sospecho, hemos hecho siempre, para conseguir nuestros objetivos particulares. El mundo que yo veo está lleno de cosas horribles, de injusticia, de muerte y de dolor hasta un punto en el que resulta difícil no hacerse impermeable. Pero también está lleno de belleza y de instantes que justifican vidas enteras de sufrimiento. Es por eso que la belleza, o la fealdad, están en el ojo del observador. Porque podemos elegir lo que mirar, y lo que no.

Pero eso es, evidentemente, un arma de doble filo. La conclusión subconsciente a la que muchos llegamos consiste en pensar que, al igual que el famoso gato de Schrödinger, el horror del mundo sólo adquiere una determinación real bajo nuestra mirada, y por ello si no hacemos caso a lo que ocurre no está pasando. Lo curioso es que de hecho esa solución es válida en un ámbito muy local: nosotros mismos. Si uno no es consciente de su miseria, o de su fortuna, ésta pierde su significado. Ojos que no ven...

Por desgracia, la desventura de los pobres desgraciados que se masacran entre sí en Sierra Leona existe de forma independiente de que nosotros la miremos o no, pero esa es otra historia.

Ésta es la primera entrada de esta bitácora, desde la que intentaré dar cuenta de la belleza y fealdad que observe en el mundo, todo ello, evidentemente, a través de mis ojos. Quedan ustede invitados a discrepar de la misma a través de los comentarios.